Un encantador y coqueto restaurante con una rotunda propuesta gastronómica basada en los mejores productos de temporada
Por Ana S. Diéguez
Existen restaurantes con encanto y sin duda, Picones de María es una buena muestra de ellos. Un coqueto espacio, a escasos metros de la madrileña Plaza de Castilla, que cuenta con apenas seis mesas cuidadosamente montadas para que disfrutemos plenamente de una velada absolutamente inolvidable. Elegantes manteles, bonitas vajillas y un servicio atento y sumamente profesional, nos adentran en el universo particular de Picones de María. Un restaurante sencillo, con alma de casa de comidas, donde cocinan siempre a fuego lento y con mucho amor. Los grandes protagonistas de su apetecible carta son siempre las mejores materias primas. Una carta estacional que parte de excepcionales productos de temporada que nunca defraudan.
Desde que Picones de María abriera sus puertas allá por el año 2018, pueden presumir orgullosos de una envidiable lista de espera incluso en una época tan crítica como es la pandemia. Su fórmula mágica del éxito se basa en la calidad. Una cocina sin pretensiones, pero con alma y esencia.
Su artífice el encantador Jesús Peinado, disfruta explicando personalmente al
comensal cada plato que sale de la cocina. Un apasionado de la gastronomía
que continúa al pie del cañón como el primer día. Jesús y su mujer, María
Meño, tienen las tablas adquiridas en su primer proyecto gastronómico. Trece
años al frente de una modesta casa de comidas en el castizo barrio de Tetuán
cuya gran acogida, les animó a embarcarse en Picones de María. Un
encantador restaurante con sabores de siempre. Una cocina tradicional,
honesta y cuidadosamente elaborada, que se traduce en deliciosos platos de
corte clásico que derrochan clasicismo y saber hacer.
En nuestra visita a Picones de María comenzamos saboreando un magnífico aperitivo de la casa, una sensacional txistorra de Zubiri con yema de huevo de corral que disfrutamos plenamente mojando a conciencia para absorber todo su sabor. Continuamos con la ensaladilla rusa a nuestro estilo. Una receta sencilla que preparan cociendo por separado sus ingredientes y que resulta delicada, cremosa y verdaderamente adictiva.
Las croquetas caseras de cecina ahumada de León son un auténtico espectáculo. Crujientes por fuera, cremosas por dentro y con un delicioso toque ahumado nos condujeron a la sardinita ahumada, con velo de papada de ibérico y corteza crujiente. Una elaboración de intenso sabor, sumamente equilibrada que compartió protagonismo con un sublime higo caramelizado plancha y anchoa del Cantábrico con aceite Picual. Seguimos con el pan de cristal con dijonesa, anguila ahumada, gamba blanca de Huelva y azafrán de la Mancha, que merece la pena probar cuando se visita Picones de María. No pudimos evitar probar las mollejas con yema de huevo de corral. Delicadas y sabrosas, desembocaron en un exquisito roastbeef de picaña madurada que disfrutamos plenamente. Realmente insuperable.
De sus tentadores postres nos decantamos por el flan no flan con aceite picual y el brownie casero con helado de nata fresca, el broche final perfecto para una comida realmente inolvidable que estamos deseando repetir.
Picones de María, un restaurante familiar con un encanto especial. En su carta,
una propuesta culinaria aparentemente sencilla con platos muy trabajados, que
logran conquistar los paladares más exigentes y enamoran los sentidos. Tan
solo diremos que nada más salir del restaurante… ya estábamos pensando en
volver…
Dirección: Calle de Simancas, 12, 28029 Madrid
Teléfono: 914 59 99 09
Web: https://www.piconesdemaria.com/
Ticket Medio: 50€